HOMILIA EN EL FUNERAL DE MADRE ADELAIDA
Querida comunidad de religiosas Filipenses de Carrión, queridas Filipenses venidas de otras casas y colegios, queridos familiares de la madre Adelaida, hermana, sobrinas. Queridos amigos y vecinos de Carrión: bienvenidos a esta celebración de vida y de fe. Este último fin de semana la madre Adelaida participaba en esta misma iglesia de san Andrés en una bonita fiesta comunitaria. Con sus 92 años e imposibilitada en una silla de ruedas, eso no impedía que ella participase con humildad y alegría en ese acto, y disfrutase de la compañía de las demás hermanas. Su presencia discreta pero atenta y cariñosa, su mirada profunda y sencilla no pasaba desapercibida para nadie. Pues hoy nos encontramos nuevamente en esta iglesia para dar gracias a Dios por su vida, que es como una cosecha abundante de amor, de humildad y de fe que ahora presentamos al Padre junto a la ofrenda eucarística. La hermana Adelaida, gallega de nacimiento, llevaba ya más de 20 años en Carrión, adonde llegó para disfrutar de su jubilación, después de toda una vida dedicada a la enseñanza en varios lugares, el último de los cuales, Unquera. Incluso aquí en Carrión nunca se negó a colaborar en las labores de la casa, que aceptaba de buena gana, sin quejas, con una sorisa, consciente de sus limitaciones pero bien dispuesta. Sus hermanas de comunidad, que hoy están tristes por la muerte repentina de Adelaida, dan gracias a Dios también por haber podido disfrutar tantos años de esta hermana paciente, servicial y bondadosa. Su muerte, inesperada y repentina, resume quizá lo que ha sido su vida. La hermana Adelaida estuvo jugando después de la cena a las cartas, ganando todas las partidas y disfrutando de las risas y la compañía de las demás hermanas. Al irse a acostar, la muerte fulminante se la llevó. Como buena hija de san Felipe Neri, el santo de la alegría, ella lo llevó a la práctica hasta el último momento. Ni una queja, ni una crítica, ni una gota de amargura o pesimismo. ¡Así da gusto! En el cielo, junto a los santos y junto a Dios, junto a sus seres queridos, seguramente la madre Adelaida encontrará la plenitud del amor al que se entregó y al que buscó durante toda su vida. Y si algún día, como le sucedía aquí en la eucaristía, se queda dormida, seguramente los ángeles le despertarán con un cariñoso tirón de orejas. Mirando la vida de la hermana Adelaida, entendemos muchas cosas: el valor de lo sencillo, de una vida entregada por amor, de la fraternidad, de la alegría y la humildad. Con su ejemplo, la madre Adelaida ha dejado todas estas semillas plantadas en el corazón de todos los que la conocimos, y ojalá estas semillas no queden estériles sino que den nuevos frutos, nuevas vocaciones y nuevos cristianos. A partir de ahora le pediremos a ella que desde el cielo vele por las hermanas de su comunidad, por la Congregación, por sus antiguos alumnos y por Carrión, para que su espíritu filipense de alegría desbordante venza la tristeza, el pesimismo y la división que a veces nos arrastra. Querida madre Adelaida: gracias por tu vida, en nombre de todos los que estamos aquí, en nombre de tu Congregación y en nombre de la Iglesia. Tu Esposo, Jesucristo Resucitado, eternamente vivo, te viste de gala y te invita a celebrar el festín de las bodas. Descansa de tus fatigas, purifica tu amor y enséñanos a poder presentarnos ante Él, cuando nos corresponda, con el corazón lleno de amor, de alegría y de humildad. Así sea. Carrión de los Condes, 20 de septiembre de 2013( Padre Julio Gómez)