UNA JORNADA CON MADRE MARÍA FRANCISCA YÁÑEZ
UNA JORNADA CON MADRE MARÍA FRANCISCA YÁÑEZ
Experiencia de la Comunidad de Chía – Colombia
Nos hemos acercado a la semblanza de la Madre María Francisca Yáñez, que tan detallada y cuidadosamente ha elaborado la Madre Dolores García Chinchilla, apoyada en documentos, experiencias, oración y los aportes de hermanas, exalumnas y personas que dan testimonio de su caminar en santidad. Nos hemos dejado sorprender por ella; rogamos a nuestra Madre Inmaculada que interceda por nosotras y por todas las Religiosas Filipenses que en el mundo de hoy estamos llamadas a vivir este espíritu de generosa entrega.
Alimentadas por esta experiencia, las hermanas de la Comunidad de Chía, hemos querido expresar lo que ha suscitado en nuestros corazones este acercarnos a la semblanza de la Madre María Francisca, una mujer con caminar de santidad.
Hermana Rocío
Madre Francisca, en tus escritos se cuenta que fuiste una mujer de carácter, cercana, exigente, que conjugabas la firmeza con la ternura, a ejemplo de Madre Gertrudis. Predicabas con el ejemplo y nunca pedías lo que no intentases hacer primero. Llevaste a la vida cotidiana lo que dice la Palabra: “Conviene que Cristo crezca y que yo disminuya”. Fuiste humilde, sencilla, austera y buscaste siempre el bien común; resaltabas los valores y virtudes de cada hermana y las animabas a ponerlos al servicio de la misión.
Fuiste le de corazón lleno de bondad y sencillez, con ardiente caridad en pro de los más desfavorecidos.
Hoy, en el nuevo siglo en el que avanzamos, queremos recordarte como modelo actual de virtud Filipense en medio de un mundo con grandes dificultades. Tantos sufren en soledad y otros se ahogan en la prepotencia y el sin sentido de vida y mientras tanto tú nos inspiras a querer ser signos de bondad, a ser imanes para atraer a otras personas hacia Dios y que puedan descubrir la libertad de la cruz de Cristo. Contigo, San Felipe y nuestros Fundadores nos ayuden siempre a ser Evangelio de nueva creación.
Hermana Sandra Chaves
Tú, mujer llena de Dios que te entregaste al servicio de los demás; mujer dócil, sensible a todo y a todos los que te rodeaban. Siempre en tu caminar buscando el bien, el anuncio del Evangelio con tu vida y la reparación de los dolores de tantos. Al encontrarnos contigo nos inspiras y nos animas a rogarte que intercedas por nuestra vocación y desde ella podamos llegar a los más necesitados, siendo testimonio para nuevas generaciones que quieran arriesgarse en su entrega generosa al servicio de los hermanos.
Hermana Mary Luz
Madre Francisca, admiro de ti tu capacidad para ver y escuchar al Señor, no solo en tu vida, sino también en la vida de la Congregación. Fuiste una religiosa íntegra que conjugó la inteligencia, la bondad y la audacia. Una mujer de oración, lo que te permitió vivir en este camino con fidelidad, leyendo y discerniendo los signos de tu tiempo e incluso yendo en avanzada. Tu revisión de vida hizo de ti una religiosa cada día más entregada y con un corazón que ardía, como el de nuestro Santo Patrono San Felipe, por el amor al Señor y el deseo de que otros le conocieran. ¡Dios te amo tanto! Y tú, dócil a su amor, dejaste que la máxima de tu vida de “siempre más, siempre mejor”, se hiciera evidente para la Congregación y para los más necesitados.
Madre Francisca, que nuestro corazón imite el tuyo para que arda en celo de amor por el Señor y nos lleve a ser mujeres de riesgo, valientes y perseverantes como tú.
Hermana Esmeralda
Llenas de gozo y después de este encuentro fraterno con tu ser y tu misión, nos acercamos a ti con humildad y sencillez, para dar gracias a Dios por tu vida, por tu entrega gozosa y permanente, por tu ejemplo de vida dentro de la Congregación, por tu fidelidad al hacedor de tu vida, tu amor incondicional a Jesús; por ser reflejo de Su amor en tu diario vivir y por ser en tu tiempo promotora y renovadora de la vida de tantas hermanas, llevando nuestro carisma filipense a tantos lugares de América, presencias que hoy siguen vivas. Todo esto se dio por tu celo apostólico, por tu profunda fe, por tu fidelidad y amor al Señor.
Hoy nos llamas a todos nosotros a dejarnos enamorar de ese impulso misionero, a renovar la vida, la misión y todo nuestro ser desde Cristo, como tú lo hiciste y lo viviste. Síguenos acompañando en nuestro caminar, para que seamos fieles renovadoras que llevemos a Jesús a muchos lugares, especialmente allí donde moran los más necesitados de nuestros tiempos.
Hermana Ruth Quintero
Los hermanos reunidos, ese fue tu sueño y es este hoy nuestro anhelo: vivir aquella unión de corazones que haga sonreír al buen Dios cuando contempla nuestras comunidades que se tratan con sincero afecto, comprensión y se entregan así a un apostolado fructífero, ajeno a las búsquedas humanas del éxito. Verte nos llama a querer trabajar según la propia vocación y las circunstancias del momento, viviendo con fidelidad la voluntad de Dios y sus leyes; siendo, en cuanto descubramos que es la voluntad de Dios, las más entregadas y abnegadas, como verdaderas esposas de Cristo. Hablando palabras de sabiduría que manen de la hondura del alma.
Como ves, Madre Francisca, no hago otra cosa que parafrasearte, pero a ti no se te puede parafrasear desde la mente, es necesario hacerlo desde el corazón, experimentando nuestra vocación como una elección cotidiana que se plenifica en el darse, en el sacrificio y descubriendo el valor de nuestro testimonio en el camino propio, de los hermanos y de nuestro mundo; ejerciendo como servicio de humildad, tanto la autoridad como el servicio. Gracias por tu caminar sorprendida por el Misterio, construyendo ese pedacito de cielo para quienes tuvieron la fortuna de conocerte y para nosotras que hoy conocemos el talante de tu alma; intercede por esta Congregación que amaste y por la cual donaste tu vida; por tus hermanas que queremos que aprender de ti, para seguir caminando en esa ruta que con tanta fuerza nos has marcado.
TODAS JUNTAS…
Al encontrarnos con esta semblanza de ti, sabemos que es necesario soñar, poner pies y alas a estos sueños, contrastarlos y dejarlos coincidir con el sueño de Dios; entonces, cada revés e incluso las caídas serán motivos de gozo al saber que así crecemos en humildad, pues fue tu camino probado: descubrirte feliz en la voluntad del Padre y en la certeza de que nada de este mundo vale tanto como para perder la paz.
Madre Francisca, nos muestras con tu ejemplo que nunca se es tan grande como cuando el corazón y la vida están de rodillas ante el Misterio Divino y tu vida nos reitera que “tanto soy y valgo, cuanto soy y valgo delante de Dios, no de los hombres” y que esa cercanía con Dios es la que nos permite, no solo gozar de su misericordia, sino ser cada vez más indulgentes con los demás, viviendo una vida religiosa en verdadera unión con Dios que nos permite no solo gozar de su misericordia, sino ser cada vez más indulgentes con los demás, viviendo una vida religiosa en verdadera unión con Dios para alejarnos del materialismo y la secularización que nos bombardean. Hoy más que nunca, nos llamas a tener la mirada puesta en el Dios del madero, en nuestro Cristo crucificado y sufriente… En las cruces de nuestros hermanos, sabiendo descubrir el paso de Dios en las dificultades del camino y sus llamadas cotidianas.
En fin, a tus religiosas, a tus hermanas de camino nos convocas a ser, como dice el Papa Francisco, santos de la vida cotidiana y nos reiteras: “Haced las cosas ordinarias con fidelidad extraordinaria”.
Queremos hacer nuestra tu petición: “Señor, hazme vivir de fe y toda persona que a mí se acerque vea solo tu imagen”. Que queramos, como tú, no quedarnos en la retaguardia, “…sino ofrecernos para las avanzadas” y que cuando llegue nuestra hora gozosa, también exclamemos: “No se empeñen en conseguir que me quede, si el Señor me llama, es una descortesía no querer ir”, permítenos hacerlo acudiendo al corazón, a lo que en él han sembrado para nosotras tu vida, tus acentos, tus palabras, tu luz de santidad…
Madre María Francisca Yañez
Ardiente corazón de fulgurante caridad
Dadora de vida y de fe
Renovadora eficaz en tu momento
Entregada a la causa del Reino.
Fiel a lo que el Señor te invitaba a vivir.
Reanima nuestra esperanza y la
Alegría de ser Consagradas Filipenses.
Nutre nuestro corazón para ponerlo siempre al servicio del otro
Cultivando la caridad,
Ideal que tú nos has legado.
Sé nuestra amorosa intercesora y
Con nuestra Madre Inmaculada, con San Felipe y nuestros Padres Fundadores
Acude alegre en ayuda de tu Congregación, para que sea en el mundo signo del Amor.