400 AÑOS DE LA CANONIZACIÓN DE SAN FELIPE NERI

FELIPE NERI: EL PROFETA DE LA ALEGRÍA

LA BELLEZA DE LA SANTIDAD

FELIPE NERI, el profeta de la alegría, ve la luz del mundo en la ciudad de Florencia el 21 de julio, el mismo año que nace Teresa de Ávila: 1515.

En su juventud, etapa de búsqueda y proyección del futuro, encamina sus pasos hacia Roma donde vivirá hasta el 26 de mayo de 1595, culminando su peregrinar por este mundo hasta alcanzar su anhelado ¡PARAÍSO!

Fue canonizado el año 1622 con Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Isidro Labrador.

Roma lo acogió y a Roma entregó su vida de amor y fe, y en ella, a la Iglesia.

Su corazón ensanchado con la fuerza del Espíritu Santo tantas veces anhelado y suplicado en la oración desde el corazón de la tierra -catacumbas de San Sebastián- estará abierto a los peregrinos, a los artesanos y artistas, a los sacerdotes y a los Papas, a los niños, jóvenes y adultos, a los santos y pecadores…para provocar en todos el  encuentro con Dios, proclamando a todos la llamada a la Santidad.

“LA ALEGRÍA CRISTIANA INTERIOR ES UN DON DE DIOS QUE NACE DE LA BUENA CONCIENCIA Y DEL DESPRENDIMIENTO DE LAS COSAS TERRENAS, UNIDO A LA CONTEMPLACIÓN DE LAS CELESTIALES” (S. Felipe Neri).

El Padre Marcos fundador de la Institución Filipense junto con sus dos hermanos Gertrudis y Segismundo recordó sus años pasados en Roma donde conoció el estilo de San Felipe Neri, otro que enamorado de María como él, sintió que su espíritu conectaba plenamente con las características de éste y su modo de vivirlas y expresarlas: el profundo amor que Felipe sentía por María; la caridad, su sencillez y desprendimiento; la libertad interior que siempre le hizo dueño de sí mismo; su alegría y la forma genial de transmitirla: el espíritu de oración.

En concreto, conectaron con este corazón libre y audaz al mismo tiempo. Todas estas facetas las asimilaron para su incipiente obra y decidieron formar parte de la familia Filipense, tomando por patrón y maestro a San Felipe Neri.

Hombre del mundo, pero alejado de los valores mundanos, apóstol activo y contemplativo, pues el descubrimiento de Dios como ABSOLUTO en su vida, le llevó a ser coherente con la PALABRA.

Su fe y su mundo interior eran tan profundos que no cabían en esta su personalidad dedicarse a otra cosa que no fuera hacer el bien en todo aquello que su presencia abarcaba.

Se dedicó a evangelizar el mundo de los más vulnerables, los abandonados, sobre todo los niños y jóvenes que andaban a la deriva en Roma.

Su característica era el AMOR (1ª Corintios 12 31-13, 13). Su amor era profundo, de ahí que lo buscase constantemente y acudieran a su ORATORIO, encontraban en él la familia que añoraban y necesitaban tener. El trato familiar de la Palabra de Dios, el diálogo, la convivencia fraterna y la música eran sus armas que su agudo ingenio propondría para reavivar el espíritu de las primeras comunidades cristianas.

Sus encuentros eran festivos, alegres, dinámicos, todo lo cual atraía a la juventud, en ellos Dios era el artífice de todo. 

Su personalidad abierta daba lugar al sacramento de la confesión y a la celebración de la Eucaristía; lo realizaba con gran intensidad por su capacidad de escucha ya que, en todo, su “yo” había sido aniquilado por el TÚ Cristo; dichos sacramentos daban al hombre la paz que tanto ansiaba y le entusiasmaba para hacer el bien, ya que San Felipe irradiaba compasión y misericordia.

Al mismo tiempo San Felipe era exigente, sobre todo tenía con prioridad en su acontecer diario dos virtudes: la “Humildad” y la “Caridad; por eso a sus discípulos no les permitía orgullecerse de sus cualidades, a veces hacía cosas que a nosotros nos parecen inapropiadas. A uno de ellos le hizo romper el título universitario y le puso de responsable en la cocina. Respecto a la Caridad, no permitía hablar mal de nadie, y les puso el siguiente ejemplo: que hicieran la prueba de desplumar a una gallina y luego recogiesen sus plumas, viendo que esto era imposible, pues lo mismo pasa con las faltas de caridad, que el mal comentario realizado no puede recogerse y la persona queda marcada.

Felipe Neri fue en su tiempo un hombre moderno, encarnado en la realidad, que supo dar respuesta a las necesidades más urgentes de su pueblo y de su época, con su auténtico sentido de servicio al Evangelio.

La motivación profunda de su vida, su tarea primordial fue la Evangelización. A esta causa entrega toda su vida, lo que era y tenía lo consagró al Señor para servicio de la humanidad.

Esto es lo que hace la Institución de Religiosas Filipenses a través de la Educación: estar al servicio de los más vulnerables, migrantes, hijos de familias desestructuradas, todos los que desean una 

educación católica de calidad personalizada y liberadora. No podemos olvidar que San Felipe fue pobre, vivió con los pobres y alejado de los poderes de este mundo pero su gran coherencia de vida hizo que Dios estuviese siempre presente en su hacer y siempre engendró vida.

Hoy su espíritu se mantiene en la Iglesia. La Familia Filipense: Congregaciones del Oratorio (PP Filipenses), las Congregaciones Femeninas: Religiosas Filipenses de la doctrina cristiana, Religiosas Filipenses Misioneras de Enseñanza, Religiosas Filipenses Hijas de María Dolorosa y las Congregaciones de Hermanos Seglares de San Felipe Neri… esparcidos por el mundo fundamentan el edificio interior de su vida espiritual sobre la sólida base de la humildad, caridad, oración y alegría.

 

¡SURSUM CORDA!

 

Hermana Filipense

R.F.